viernes, 28 de septiembre de 2012

Un lugar donde poder ser libre.



Necesitaba estar sola, salir de esa habitación, alejarme de esos recuerdos, esas fotos, esas cuatro paredes en la que estaban todas y cada una de mis historias y sentimientos. Salir de ahí.
Así hice, salí de casa lo más rápido que pude, sin decir nada a nadie, no necesitaba que la gente me preguntara si me pasaba algo. Quería estar sola, pensar un rato.
Cuando bajé me di cuenta de que estaba lloviendo en la calle, pero me daba igual, al contrario, me iría bien. Me puse los cascos y la música a todo trapo, lo necesitaba. Me puse a andar sin rumbo, bajo la lluvia, con mis lágrimas acariciando las mejillas, camufladas con la lluvia. Cada canción, cada nota, cada acorde, me recordaba a él. No podía más. Necesitaba alejarme de cualquier cosa que me recordara a él, el problema era que todo me recordaba a él. Necesitaba alejarme de cualquier lugar conocido, porque en todos los lugares había habido momentos especiales entre los dos.
Empecé a andar sin rumbo, sin saber muy bien por qué calles iba. Quería ir a algún sitio tranquilo, donde nadie me conociera, donde nadie se pudiera preocupar por mí, donde pudiera pensar con claridad y llorar.
Me puse a corre. Crucé calles desconocidas, pasé por sitios nuevos para mí y entonces lo encontré. Encontré mi lugar, un lugar donde poder ser libre. Encontré el lugar que necesitaba en ese momento. Era un mirador, desde donde se veía toda la ciudad, era precioso. Por un momento olvidé mis problemas, pero volvieron. Vi su casa, entre toda la multitud de casas la vi. Me senté en la primera roca que vi y solté todo lo que tenía dentro. Me puse a gritar, tenía que dejarlo ir, soltar cada uno de los sentimientos que llevaba dentro.

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