Esa
pequeña chica escondía su pálido rostro tras una pomposa y gran bufanda negra,
color que la hacía parecer más blanca aún pero no le importaba mientras no
pasara frío. Tenía la nariz ligeramente coloreada de un rojizo dadas las bajas
temperaturas a las que estaba sometida esa gran ciudad.
El
problema era que, pese a ir como un esquimal, seguiría sintiendo ese frío
interno que no la dejaba en paz en ningún momento. Por mucho calor que hiciera
o por muy abrigada que fuera, ese frío no parecía desaparecer. Aún debía
esperar a que pasaran muchos veranos para que ese frío se apagara totalmente. O
quizá vivía en un invierno constante, permanente, continuo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario