Los
pájaros de su cabeza solían volar con el viento. Lástima que algunos se
hubieran encargado de encerrarlos en jaulas para que Imaginación no volara. Con
lo bonito que era ver el vuelo de esas peculiares aves que luego volvían a su
hogar con millones de ideas para la chica de pelo azabache. Al igual que
los colibríes buscan el polen, los pájaros de esa chica buscaban nuevas tramas
que escribir, viajando a un lugar en el que todos los pájaros de cabezas soñadoras
acababan encontrándose, un espacio atemporal en el que cualquier cosa era
posible.
Lo
triste es que ya no pudieran volar tranquilos, campando a sus anchas en aquel paraíso.
Y más triste aún es pensar que, en el hipotético caso de que alguien abriera
las jaulas, ya no recodarían lo que era volar y todo eso sería un vago recuerdo
en la mente de tales singulares criaturas.
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