Ojalá
pudiera vivir en una estación. Pasarme el día entre el barullo de la gente,
viendo trenes pasar, personas venir y marchar, prisas por todos lados, todos
mirando el reloj. Y yo tan tranquila, sentada en un banco del andén número 7,
donde hay más gente, donde pasan trenes que van a lugares más lejanos, donde
hay más personas tocando hermosas notas con sus guitarras, acompañados, muchos,
de su voz. Ojalá pudiera vivr para siempre en ese momento lleno de vida y
movimiento. Gente que sube y baja del tren, algún que otro empujón, besos
repentinos de despedida, ‘adiós’ que no quieren decirse, ‘hola’ que esperan a
esa persona, muchos ‘te quiero’… Y de mientras, entre todo este ajetreo yo,
pequeña e indefensa ante esa marea de gente, leyendo un libro, ocupando un
pequeño trozo de un banco que oye más conversaciones que cualquiera.
¿A quién no
le gustaría vivir en una estación?
A ti. Cuántas
veces me dirías que era estúpida por tener esos sueños de niña… Quizá
llevándote la contraria y pasando tardes en este andén logre entenderte (o
olvidarte). ¿Por qué cogerías ese tren? Te espero. Andén 7. Segundo banco. A la
derecha.
Quién sabe
si habré dejado pasar demasiados trenes, ya.
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