jueves, 6 de febrero de 2014

Deja de perseguir a Sol, es inútil.

Bella Luna. La primera noche nos colgamos de ella sin asegurarnos antes de llevar paracaídas. Paseamos por las nubes confiados de que ella nos aguantaría. Pero, como dicen, quien ríe último ríe mejor. Y ella se rió de nosotros. Con esa risa blanca, preciosa y silenciosa que tiene.
Ese mundo de fantasía y felicidad dejó de existir para nosotros. Nos dejó caer de vuelta al infierno, la muy puta. Con lo felices que éramos en ese lugar celestial y nocturno y lo infelices que nos volvimos en este infierno diurno. Que nos quema vivos, poco a poco. Empieza desde dentro para acabar con nosotros totalmente.

Qué envidia nos tenía Luna. Decidió que nadie podía ser más feliz que ella. Y menos acompañado, dado que ella se pasaba las noches colgada del cielo, sin nadie a quien amar. Un día decidieron separar Luna y Sol. Él ya había rehecho su vida día a día, había encontrado a otra. Ella seguía esperándolo, noche tras noche. Celosa, algún día huía de la noche y se colaba en el día, coincidiendo con él (una lástima que no estuvieran juntos, qué bonitos eran cuando se juntaban y Eclipse se dejaba ver). Quitando esos minutos el resto de tiempo Luna estaba sola, dando tumbos de punta a punta del mundo, destrozando a gente feliz, tratando de pillar a Sol.

Su sonrisa recordaba a la del gato del País de las Maravillas. Igual de mala era ella.

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