Que
mis palabras de amor ya no tienen sentido si, después de escribirlas y recitarlas
no estás para besarme en el cuello susurrándome lo mucho que me quieres y que
harías lo imposible por mí. Ya veo, eh. Lo
imposible. Y ya me has dejado tirada, liada y perdida entre tantas rimas, líneas,
versos y palabras. Que si hablo de ti una coma será siempre mejor que un punto,
será tenerte un poco más cerca. Tu nombre y el mío separados por un poco menos
de silencio. Pero tú quisiste un punto. A parte mucho mejor. Quizá hayas puesto
punto y final a todo esto mientras yo sigo estancada en esa pequeña ‘y’ que separa
(o separaba) nuestros nombres. Ahora te has ido y tu nombre ya no está. Volaste.
Aunque espero que esas letras vuelvan, que no se hayan olvidado del camino a
casa (como tú solías llamarme, tu casa).
Quizá puedan devolverle el sentido a todo esto que sigo escribiéndote aunque no
estés.
Te empeñas en que lo que escribes es una mierda y no es así, es bueno, quizás te falte algo de soltura pero es bueno. Sé de lo que hablo.
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