Qué
bonito era andar con las yemas de tus
dedos por tus brazos, trazar carreteras infinitas, sin saber dónde había
empezado o dónde acabarían, perdiéndome entre lo andado y lo por andar (o lo
besado y lo por besar). Sí, era,
porque ya no es ni será. Podríamos habernos pasado las siete vidas del gato
negro de la ventana del vecino amándonos. Lo siento, cariño, nunca me han
gustado los gatos y menos los negros. Continuar con ese manojo de mentiras nos
hubiera traído más mala suerte que romper todos los espejos del mundo, pasar
por debajo de todas las escaleras o habernos conocido un martes trece.
Es... es perfecto. Oh.
ResponderEliminarSabes que me encanta este texto.. te admiro♡ de tu hermana prefe♡
ResponderEliminar