domingo, 2 de febrero de 2014

Gatos negros, escaleras y martes trece.


Qué bonito era andar con las yemas de tus dedos por tus brazos, trazar carreteras infinitas, sin saber dónde había empezado o dónde acabarían, perdiéndome entre lo andado y lo por andar (o lo besado y lo por besar). Sí, era, porque ya no es ni será. Podríamos habernos pasado las siete vidas del gato negro de la ventana del vecino amándonos. Lo siento, cariño, nunca me han gustado los gatos y menos los negros. Continuar con ese manojo de mentiras nos hubiera traído más mala suerte que romper todos los espejos del mundo, pasar por debajo de todas las escaleras o habernos conocido un martes trece.

2 comentarios:

  1. Es... es perfecto. Oh.

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  2. Sabes que me encanta este texto.. te admiro♡ de tu hermana prefe♡

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