Matando
metáforas, condenándolas a vivir en ese maldito papel para siempre, encarcelándolas
como si fuéramos alguien. No las dejamos que vuelen libres de una mente a otra,
no. Las cazamos y las decapitamos con nuestros lápices (o el arma que
prefieras). Como si ellas, pobres, tuvieran la culpa de nuestra triste soledad
o de nuestra sola tristeza.
Aunque
no lo parezca, gritan. Gritan en susurros que quieren ser libres. Que quieren
ser pájaros, mariposas o amapolas. Susurros silenciosos que se ahogan en la
tinta.
Y
nosotros nos hacemos los sordos. Sordos asesinos.
Aquí
me hallo, sorda asesina, matando metáforas constantemente. Lo siento, queridas,
yo tampoco he escogido esto.
Matando metáforas a base de "algún sentido tendrá (lo sé)".
ResponderEliminar