miércoles, 17 de septiembre de 2014

Los atardeceres mueren al quinto grito de desesperación

No fui yo
ni el atardecer,
ni los golpes del ayer
que ansiaban perecer
bailando bajo nuestra piel.

No fueron las palabras,
ni la nada
que nuestro alrededor llenaba,
ni las sonrisas amargas
al final del peor capítulo de nuestra mejor temporada.

Quizá fueron los extras
que se colaron en demasiadas escenas
y comieron en nuestras cenas.

Quizá fueron las sorpresas
acompañadas de una buena dosis de tristeza,
que no venían a cuento
pero que compramos por el descuento.

A lo mejor no nos faltaron motivos
pero aquí me hallo, del año octavo domingo
buscándole sentido
a aquello que pareció (o quizá fue) de tiempo un suspiro.

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