Nació el año que no compartió con nadie más,
porque no existió.
Nació en antepenúltimo mes antes del cuarto mes del año
inexistente
(aunque preferiría llamarlo inexistido).
Julia no nació nunca porque el año en el que nació nunca
existió,
porque hablar de ese año, pronunciar su nombre,
solo hace que desaparezca de la memoria,
que se borre su huella.
Porque ahora existe
(justo
cuando empiezo a pronunciar el porque
y este baila entre mis labios,
deslizándose
suave por mi lengua,
balanceándose,
escurriéndose
por el paladar,
esquivando
mis feroces dientes,
saliendo
por mi boca)
pero ahora este año
(justo
cuando empiezo a pronunciar la e que
encabeza el este)
ya no existe,
porque hablar de él agita los recuerdos grabados en pieles
de todos menos las nuestras
que se borran al pensar en dicho año, que existió (o quizá no).
Y nadie entiende que si Julia no existe,
el mundo desaparece con ella,
porque le da sentido a todo,
porque hace marchitar las flores que un día se abrieron,
tímidas,
curiosas.
Porque Julia hace que la Tierra gire
y puede hacer que pare.
Y parece que nadie es consciente,
porque creen en un Dios que todo lo hace,
que no saben que es Julia.
¿Entonces?
Julia aparece y desaparece,
pero no a su antojo,
sino al de los demás.
Julia nunca supo que se llamaba Julia,
porque como nunca existió,
nunca nadie pronuncio su nombre.
Aun así, siempre creyó llamarse
Libertad o Locura, o Libertad de primer nombre y Locura de
segundo.
Además, Julia nunca creyó en los nombres,
más que aquellos que uno mismo se pone.
Luna, te has lucido.
ResponderEliminarY yo no sé qué responderte (pero Libertad se escribe con mayúscula).
EliminarAnd, esta entrada es preciosísima, es una de las mejores entradas que he leído en mucho tiempo. Eres genial, me encanta tu blog, escribes más que maravillosamente bien.
ResponderEliminarCasualmente, esta es una de mis entradas (escritas por mí) favoritas. Y me hace mucha mucha ilusión que te guste. ¡Tú sí que escribes bien!
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