-
No te irás sin besarme antes –le dije desafiante con la voz más firme
que nunca pese a estar hecho un manojo de nervios.
Se dio
la vuelta, se acercó con sus labios pintados de rojo y haciendo ruido con los
tacones. Cuando estuvimos a escasos centímetros y podía sentir su aliento me
miró a los ojos con sus potentes verdes ojos y me dijo:
-
Que sepas que yo solo beso cuando quiero.
Y
cuando estaba a punto de responderle me sorprendió con un beso. El beso no fue
en los labios, como yo deseaba, pero fue en la mejilla. Ese contacto entre sus
labios y mi pómulo me cortó la respiración. Un escalofrío me recorrió el cuerpo
y se me erizaron los pelos de los brazos a la vez que ella se volvía a girar,
esa vez en la dirección contraria a mí.
Cuando estuvo
subida a la moto, antes de ponerse el casco torció la cabeza hacia mí y me djo:
-
No te creas tan macho y malote porque ni los buenos son tan buenos ni
los malos son tan malos.
Se puso
el casco negro y desapareció por las calles que iluminaban la oscura noche,
dejándome solo en medio del solar levantando una humareda de polvo.
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