viernes, 7 de junio de 2013

Ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos.

-          No te irás sin besarme antes –le dije desafiante con la voz más firme que nunca pese a estar hecho un manojo de nervios.
Se dio la vuelta, se acercó con sus labios pintados de rojo y haciendo ruido con los tacones. Cuando estuvimos a escasos centímetros y podía sentir su aliento me miró a los ojos con sus potentes verdes ojos y me dijo:
-          Que sepas que yo solo beso cuando quiero.
Y cuando estaba a punto de responderle me sorprendió con un beso. El beso no fue en los labios, como yo deseaba, pero fue en la mejilla. Ese contacto entre sus labios y mi pómulo me cortó la respiración. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y se me erizaron los pelos de los brazos a la vez que ella se volvía a girar, esa vez en la dirección contraria a mí.
Cuando estuvo subida a la moto, antes de ponerse el casco torció la cabeza hacia mí y me djo:
-          No te creas tan macho y malote porque ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos.

Se puso el casco negro y desapareció por las calles que iluminaban la oscura noche, dejándome solo en medio del solar levantando una humareda de polvo.

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