El olor del tabaco llegaba hasta mí, a través
de ese humo que no era del todo gris. Pude apreciar nostalgia y tristeza en su
mirada. Ojeras, ojos entrecerrados, maquillaje mal puesto… Todo parecía indicar
unos malos días, pese a tener una sonrisa torcida de oreja a oreja brillando
mas no brillando en todo su esplendor. Cualquiera que la viera desde fuera
hubiera dicho que parecía feliz. Yo, que la conocía, podía afirmar todo lo
contrario. Sobre todo por el tabaco: cuando era feliz no fumaba, creía que
acortaba la vida y que no debía desaprovechar 7 minutos, los que perdía de su
vida con cada cigarro, por puro capricho y gusto. Mas si estaba triste podía
fumar más de lo que os podéis llegar a imaginar. Lo hacía para acortarse la
vida, para acabar con esa tortura, para reducir 7 minutos más su corta
existencia en ese terrible lugar. En esas últimas semanas había empezado a
fumar compulsivamente y, sin que nadie se diera cuenta, había empezado a morir
de verdad.
Estaba
escribiendo un punto y final en su vida.
Dioooos, me encanta esta entrada.
ResponderEliminarTe prometí que leería tu blog, pero se me olvidó jo. Aunque ahora te digo que merece la pena y que es muy bueno. Asfghsjk.