domingo, 8 de septiembre de 2013

Un agujero negro sin escaleras.

Quería olvidarme de todo lo que había pasado, de todos los recuerdos que estaban repartidos por todos los rincones de esa ciudad. Tenía demasiado miedo, temía encontrármelo por cualquier lugar y no quería salir de casa. Me pasaba las noches llorando y los días durmiendo, día tras día igual. Nada mejoraba nunca, parecía que me hubiera hundido en un agujero negro del que no podía salir, en el que no hubiera una escalera por la que subir y llegar a la bonita realidad de la que todos hablaban. Ese agujero negro no tenía salida, no se veía ningún rayo de luz, ninguna señal o ningún indicio de que ahí fuera hubiera algo diferente. Parecía que el agujero negro ocupaba todo el lugar que conocía. No parecía acabar nunca, era un agujero infinito y todo era oscuro, todo era tristeza, todo eran lloros, todo era malo.

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