jueves, 17 de julio de 2014

Odio o amor, qué más dará.

Odiaba el amor por encima de cualquier cosa. Y lo odiaba más aún cuando lo encontraba. Porque encontrarlo significaba probar su existencia, negar sus creencias sobre el amor, romper todas sus ilusiones mientras pensaba que el amor no era más que un cuento de niños pequeños al igual que los reyes magos o ratoncito Pérez. Odiaba el amor. Encontrarlo significaba arrojarse al vacío atada a alguien, sin poder evitar el golpe volando libre hacia arriba. Odiaba el amor. Encontrarlo significaba depender. Odiaba el amor. Encontrarlo significaba compartir todo aquello que no estaba dispuesta a compartir con nadie: su única y más preciada vida. Odiaba el amor.
¿He dicho ya que odiaba el amor?
Odiaba el amor. Encontrarlo era como tropezar en el décimo noveno escalón de veinte que había y caer rodando hacia abajo para tener que volver a subir todos esos escalones otra vez. Odiaba el amor. Encontrarlo era descubrir un ‘me quiere’ detrás del último pétalo de las flores que crecían en el jardín de sus abuelos (entended que, para ella, eso era terriblemente malo). Odiaba el amor.
Y el odio, queridos, no es más que otra forma de representar el amor.


8 comentarios:

  1. No puedo identificarme más con este texto porque no es posible. Ha sido realmente bonito de leer.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo que siempre habrá alguien con quien identificarse. Muchas gracias, ay.

      Eliminar
  2. somos seres tan contradictorios como el odio y el amor.

    ResponderEliminar
  3. Me ha llegado la comparación del amor con los veinte escalones.
    Gracias por escribir tan bonito.
    Alba.

    ResponderEliminar
  4. Si el amor es odio, ¡Dios me libre de decir que te odio mucho!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Pero qué cosas me dices, que me sacas los colores! ¡Yo también te odio mucho, anónimo!

      Eliminar