Y un día la insultaron por la calle. Y ella corrió hacia el
chico más guapo del grupo y le plantó un beso en los labios.
Otro día se rieron de ella en clase. Y abrazó a su compañera
como si no hubiera mañana.
Al siguiente, le rompieron las gafas pisándolas fuerte
adrede. Y gritó un ‘GRACIAS’ con una sonrisa de oreja a oreja, marcando
hoyuelos.
Y los días pasaban. Y ella reía, reía, reía. Era feliz,
feliz, feliz.
Y los días dejaron de ser iguales, iguales, iguales. Pasaron
a ser tranquilos, sin altercados a remarcar. Y ella empezó a llorar mares,
mares, mares.
(Si nos quitan la poca atención que nos prestan, ¿qué nos queda?)
Me he enamorado fuerte de esta entrada, Luna.
ResponderEliminarOh, yo me he enamorado de tu comentario, querida.
EliminarNo hay cosa que me transmita algo tan fuerte e íntimo como lo que siento al entrar en tu blog y leer, y releer, y releer de nuevo tus entradas.
ResponderEliminarNair.
Suposo que t'ha donat un soponcio amb la calor que fa i has embogit per acabar dient aquestes coses i, fins i tot, acabar parlant-me en castellàJAJAJAJAJJA ais, moltíssimes gràcies, tot i que jo crec que vas ben equivocada, doncs aquesta ets tu, la que inspira.
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