domingo, 2 de febrero de 2014

Nostalgia, dulce y amarga nostalgia.

¿Fueron aquellos carteristas del metro los que nos robaron la felicidad? Ya nos avisaron.
'Tened cuidado', decían. 'La clave está en no mostrarla. Tenéis que hacerles ver a las almas tristes que no sois felices u os envidiarán. Entonces esa envidia les llevará a querer robaros esa felicidad. La solución está en mostraros felices cuando estéis solos.'
'Qué locos que están estos', pensamos.
Qué poco caso les hicimos. Riendo a carcajadas como locos por la plaza. Volando soñar (¿o era soñando volar?). Saltando entre adoquines y asfalto. Persiguiendo pájaros que huían lejos, muy lejos. Qué ingenuos fuimos. Delatándonos. Como dos niños pequeños que no entienden lo que significa 'disimular'.
Y un día llegó alguien que nos arrebató esa felicidad. Una alma triste, seguro. E hizo que nosotros nos convirtiéramos en eso: almas que viven sin vida.
Entonces entendimos a aquellos felices que nos avisaron. Pero ya era demasiado tarde. Esa felicidad era de otro. 

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